Aunque la chagra es un espacio dispuesto por las comunidades indígenas para cultivar, su valor no se limita a su función de proveer alimento. La relación con las plantas cultivadas se piensa en términos de relaciones con seres humanos unidos por la sangre o la afinidad. En este sentido, las actividades asociadas al alimento no se limitan a lo técnico o a lo práctico, sino que son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos en las que se repiten interacciones con seres como las plantas, los animales y los minerales, así como con otras entidades, como los dueños espirituales.
Ya que se trata de una integralidad de las interrelaciones (ecosistémicas, sociales y de orden espiritual), debemos hablar de un sistema alimentario que comprende la horticultura, la cacería, la recolección de frutos silvestres y la pesca, integrando conocimientos, saberes y prácticas que son propios de mujeres y hombres, de manera complementaria e interdependiente.
Aunque hay varios tipos de chagra, el modelo se replica, con variaciones, en todas las comunidades indígenas de la Amazonía colombiana. Los extensos saberes tradicionales de las comunidades sobre cultivos, relaciones entre plantas, relaciones con el suelo, ciclos de producción, enfermedades y plagas hacen de la chagra un ciclo dinámico del que todos los organismos y seres de la selva se benefician.
Foto: Stefan Ruiz
Lo primero es la elección del lugar teniendo en cuenta una serie de criterios como el tipo de suelo, la formación vegetal, la localización, inclinación, entre otros. Una vez éste se define, se debe curar el terreno o negociar el permiso de su uso con los dueños, tarea que realiza el tradicional. La curación también sirve para que los animales que habitan allí salgan y no sean lastimados en los pasos siguientes.
El siguiente paso es la socola y la tumba. La primera consiste en talar la vegetación pequeña y la segunda es la tumba de los ejemplares de mayor tamaño. La quema es el primer ciclo en el que interviene directamente la mujer sobre el terreno y es el momento en el que se incendia la parcela a cultivar. Es clave dejar que la tierra se enfríe por un par de semanas ya que, si la semilla es plantada antes de tiempo, podría reventarse en vez de retoñar.
La siembra es trabajo de las mujeres, pues son ellas quienes poseen el conocimiento y propiedad de las semillas, conocimiento que se transmite por línea materna. A cada pueblo indígena le fue otorgado cierta variedad de semillas. Son sus mujeres quienes las cuidan y siembran para disponer de buen alimento para su familia y la comunidad.
En la chagra se siembran plantas que darán tubérculos y frutos, aunque los hombres también cultivan allí la coca y el tabaco. El cuidado de la chagra consiste en visitarla para desyerbarla, revisar que no haya presencia de plagas y, si es el caso, espantarlas.
El primer producto que se puede cosechar es la coca y es una tarea realizada por los hombres, pues las mujeres no tienen permitido manipularla. La yuca es uno de los alimentos comunes en las chagras y el tamaño de sus tubérculos es indicio de que la tierra sirvió y debe ser devuelta. El abandono y devolución es la última etapa del ciclo y sucede en el momento en que el rastrojo (terreno resembrado) deja de ser útil, así que es devuelto por el tradicional a sus dueños originales.
Una familia puede tener varias chagras pero necesita mínimo tres para un año: una recién tumbada, una que esté dando frutos y un rastrojo, que es una segunda siembra sobre un mismo terreno.
Cuando se está frente a una chagra por primera vez, es común pensar que es un caos o una estructura sin orden porque no se encuentran hileras o grupos divididos por cultivo. Por el contrario, la diversidad de cultivos está dispuesta teniendo en cuenta la conexión entre cada uno, las relaciones sociales indígenas y el modelo espacial de la selva. Su disposición también contribuye a que el suelo no se erosione, favorece la eficacia fotosintética y disminuye la susceptibilidad de plagas.
Es importante mencionar que el ciclo de la chagra es acorde al calendario ecológico, enmarcado en un sistema más amplio de manejo del mundo por épocas del cual depende el balance ecológico y equilibrio cósmico.
Todas estas prácticas y conocimientos han sobrevivido durante siglos a pesar de los cambios en la organización social, del contacto con el mundo occidental y otros sistemas de agricultura. Su eficacia es demostrada por los altos índices de conservación de un territorio que es frágil en términos de fertilidad del suelo.
Finalmente, estos conocimientos, saberes y prácticas propios de las mujeres en materia de alimentación y nutrición las ha llevado a posicionarse en la gobernanza de sus territorios. Su labor diaria, su conocimiento práctico en el manejo de la cultura y el territorio, y su incidencia en el bienestar de la comunidad las ha llevado a ser actores clave en la pervivencia de la cultura y el saber tradicional.