Columna escrita por el Director de Gaia Amazonas, Francisco von Hildebrand y publicada en el Diario el Tiempo el 24 de agosto de 2019
Si bien la Amazonía se extiende a lo largo de 9 países, sus contribuciones sociales y ambientales son patrimonio de la humanidad entera: absorbe cada año más de 1 millón de toneladas de CO2 de la atmósfera y almacena el 20% del agua dulce del planeta. Pero la Amazonía es mucho más que un bosque. Por milenios, 385 pueblos Indígenas han custodiado este territorio con sus sistemas de conocimiento. Hoy, el bosque tropical más extenso del planeta y sus pueblos originarios, piden a gritos la ayuda de todos.
En los últimos 50 años, el fuego ha sido utilizado para convertir extensas áreas de bosques amazónicos en paisajes agropecuarios. El fuego es la herramienta más completa y de menor costo para la destrucción de miles de hectáreas de bosques para la presencia de vías, hidroeléctricas, minería, petróleo y deforestación. Según un análisis de la RAISG, esto ha generado una pérdida de 29,5 millones de hectáreas de bosque, un territorio equivalente al tamaño de Ecuador.
El panorama es preocupante. Según lo datos del satélite MODIS AQUA de la NASA, del 1 de enero al 20 de agosto, en toda la Amazonía se han presentado 80.000 incendios forestales y se han perdido aproximadamente un 15% de sus bosques. Brasil lidera este penoso ranking con 54.000 incendios, ya que el gobierno brasilero justifica la flexibilización de las políticas ambientales, como una necesidad para mejorar la economía. La cifra es seguida por Bolivia con 11.763 y Perú con 5.078 incendios.
En Colombia, también se presenta esta dinámica de acaparamiento de tierras, y en lo corrido del año se han reportado 4.461 incendios que se localizan en Putumayo, Caquetá, Meta y Guaviare. Estas son las zonas donde se encuentran los focos más grandes de deforestación en la Amazonía colombiana, que coinciden con las áreas en donde se está expandiendo la frontera agrícola a partir de una visión económica que privilegia la transformación del bosque.
Estos incendios no son un hecho aislado. La invasión de áreas destinadas a la protección como Parques Nacionales y Territorios Indígenas que se encuentran por “fuera del mercado”, la explotación ilegal de los recursos naturales y el asesinato de líderes de comunidades tradicionales, indígenas y ambientalistas, también han aumentado.
Para Bolsonaro, es justificable tumbar el bosque amazónico para integrarlo al resto del territorio nacional y a la economía del país. Sus políticas de promoción de inversión e infraestructura y el rechazo a los esfuerzos regionales en defensa de la Amazonía, como el Corredor Triple A, demuestran que no solo le está dando la espalda a Brasil sino al mundo entero. Su argumento es que no quiere que internacionalice “su” Amazonía, y acusa a los movimientos indigenistas y ambientalistas de provocar estos incendios para deslegitimar su gobierno.
En este momento histórico, el mundo no se puede dar el lujo de tener un presidente nacionalista, en el país que alberga el 66% de la Amazonía, cuando de esto depende la supervivencia de la humanidad. Ni los países Amazónicos, ni el resto del mundo podemos sentarnos como espectadores a presenciar cómo se quema el área de mayor biodiversidad del planeta. Esta fue la conclusión a la que llegaron los científicos Carlos Nobre (autoridad mundial en meteorología) y el biólogo Thomas Lovejoy (el llamado «padrino de la biodiversidad») al señalar que existe el riesgo de que más del 50% de la selva amazónica derive a un paisaje degradado de baja biodiversidad, tipo sabana.
El mayor aporte que pueden hacer los países amazónicos para combatir el cambio climático, es mantener la conectividad ecosistémica en esta región, por la importante función que cumple en la regulación del clima global y el debido funcionamiento del ciclo hídrico.
Con esta visión, algunas ONG con amplia trayectoria de trabajo en la Amazonía nos hemos unido para crear la Alianza Noramazónica, convencidos de que la región al norte del río Amazonas es la esperanza para el planeta. El buen estado del bosque en esta región es resultado de la creación de Territorios Indígenas y Áreas Protegidas, así como de la pervivencia de sistemas culturales indígenas que se basan en una relación recíproca con la naturaleza, al concebirse como parte del sistema vivo que los sostiene.
Años de trabajo en el terreno de ONGs, Pueblos Indígenas y Gobiernos, han demostrado que la estrategia más efectiva para gobernar estos vastos territorios es a partir de la visión tradicional del manejo del territorio. El aporte de estos sistemas culturales es vital para redefinir las nuevas metas de protección de la biodiversidad a nivel mundial.
El último informe IPBES de la ONU, detalla que los pueblos indígenas históricamente han manejado y preservado mejor la biodiversidad que los Gobiernos nacionales. Afirma que los pueblos indígenas gestionan aproximadamente el 37% de la tierra mundial no protegida, la cual continúa en un estado natural. La conclusión de los hallazgos es clara: los pueblos indígenas y la conservación que ellos lideran, debe estar en el centro de cualquier nuevo tratado global en pro de la naturaleza. El conocimiento local e indígena es y será clave para la protección de la biodiversidad en el planeta y la salud de nuestros ecosistemas.